Mis manos son el resultado de una larga y fría noche de julio. Según el hemisferio desde el que se mire la historia. Arrojadas a la luz de abril fueron descubriendo la vida. Por veces solitarias, soñadoras, inexpertas, pero siempre convencidas de que el amor era su motor. Nunca atesoraron más ambiciones que las de seguir viviendo y por veces sobreviviendo. Llevan acuesta el legado de la sabiduría de los oprimidos, el grito silencioso de los más desvalidos, de los que luchan tan solo por estar, de los que viven en la oscuridad de la caridad de los mas pudientes. Y pese a todo ellas, mis manos, también han conocido la fortuna de respirar cada nuevo día, de ser artesanas de vida y con humildad querer dejar un legado a ser posible más rico del que ellas fueron herederas.
