Dormid dulces niños
abandonad vuestros cuerpos
que allí donde vais
no necesitáis mas que vuestras
dulces y alegres sonrisas
las que el cañón nunca acallara.
Dormid inocencia
y nunca mas habríais
vuestros ojos a este mundo
que no os ha sabido amar.
Dormid fragilidad
pero no ocultéis el rostro
para que la sangre de
vuestra inocencia
salpique de vergüenza
a la insensata humanidad.
Volad en un suspiro
mas allá de vuestro destino
y compadeced al que con una mano
aprieta el gatillo y con la otra
firma su propio destino.
Dormid y encontrad la paz
aquella que irremediablemente
se aleja en cada pupila inocente
que el dolor ha sellado.
Y cuantas mas ha de sellar?