A veces creo que me arropan
tus palabras.
Solido puente por el que cruzando
van los pasos cuando allí abajo el
abismo reclama la voluntad.
Entonces me acojo a tu mano
de tinta y en el silencio la noche
siembra de estrellas el horizonte
al fin.
No temo cuando me miras con tu
infinita ternura de aquel que ama
sin nombres ni rostros, pues solo
desea el bien.
Y rio cuando del torbellino haces
un manantial de ingeniosa quietud.
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