Mi amor convertido en un juego de peluches.
La casa sin hacer, los platos olvidados del agua,
el gato que duerme en la ventana sin saber que
el sol puede que no caliente sus sueños hoy.
Las voces que advierten de la desgana en la que
se ha convertido la rutina, quizás, salvadora del
abismo en el que me quiero dejar caer.
A lo lejos se divisan dos hermosas mariposas
que nunca han sido orugas, pues, se han formado
desde la crisálida directa de mis entrañas.
Y quiera Dios que jamas les falte el cálido capullo
de mis brazos que solo quiere convertirlas en princesas
sin que jamas sean orugas.
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