En sus brazos se enciende la vida,
en sus besos la vitalidad.
Cuando el se funde conmigo
revive mi alma y mi voluntad.
Nuestros encuentros efímeros,
del invierno, siempre dejan mi
cuerpo sediento de más.
Lo busco a tientas cuando se
descuida la sombra y en una
esquina cualquiera el espera por mi.
Entonces me quedo quieta para que
muy despacito penetre por todo mi cuerpo,
y sentir su calor sea el mejor momento del día.
Oh, hermoso sol de invierno, tócame con tus
dedos de luz, pues resistencia no hay en mi.
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