El viento susurro tu nombre al pasar.
El sol naciente de la mañana
alumbro tu luz en mis entrañas.
El mar enfurecido, rugió,
un no me olvides.
La montaña espero eternamente
a que llegaras.
Y de la oscuridad infinita de la noche
surgieron dos luceros,
que alumbran mi camino
y me llevan de la mano
por todos los senderos.
Renacerás en cada primavera,
dijeron.
y que jamas morirías,
ni en invierno, ni en verano.
Porque las hojas amarillentas
que caen en otoño
dan paso a la vida,
que quiere ser vivida,
en el siclo interminable del amor.
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