Bienaventurada la caricia que guarda sus
años, comparte su lecho y en lo incierto da
plenitud a sus días.
Como antes de ella, como después de ella.
Ni el tiempo ni la distancia guardan rencor
a los años, aunque en sus recuerdos de antaño
siempre viene él a su encuentro eterno, efímero
mientras la vida se le regala.
Mientras en un pendiente silencio arreglaba-se
lo que seria con lo que es, transformándolo
en lo que fue.
Secaron-se pues, hace ya décadas las lágrimas que
aquella noche tormentosa inundaron sus mejillas.
Lagunas de nuevas vivencias llenaron el desierto
que su partida dejo, y sin embargo, es en la penumbra
y a hurtadillas que de la mirada ya lejana roba-se
un pensamiento.
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