Recuerdo el olor de las flores, a tierra mojada,
el dulce beso de buenas noches y despertares
con olor a pan recién hecho.
Recuerdo tus cálidas manos que me acunaban,
surcadas de sabiduría, refugio en mis desconsuelos,
severas en su enseñanza de vida.
Recuerdo tu paso cansado cuando era ya tarde para
saber el por qué.
Mi alma por tiempo sintió el vació que la ausencia de
tus brazos dejaron, tus ultimas palabras han sangrado
como la llama ardiente de una hoguera que por veces
solo sabe arder olvidando el por qué.
Y aunque el tiempo fue secando mis mejillas, el silencio
fue ahogando el existir.
Hoy solo son las cenizas que por veces aun queman
cuando un recuerdo te trae hasta mi vera.
Sencillo y humilde fue tu caminar
Honesto tu mirar.
Pero es recién ahora que el tiempo me permite
plasmar a tientas tu recuerdo de la única y mejor
manera que sé.
(A mi abuela)