Cuando se es joven se cree que la
máxima aspiración en la vida es dejar
tus huellas sobre la arena, porque solo
de esa manera habrás sido alguien
importante.
Al llegar la madures aceptas
que puedes pisar las huellas que otros
han dejado y no por eso dejas de ser
tu mismo.
Y es en la vejez cuando comprendes que tu has
sido siempre esa arena surcada por la vida y
aunque ya no hay tiempo para hacer nuevas las
huellas, deseas con afanosa esperanza que los que
vienes detrás las continúen mejor de lo que tu lo
has hecho.
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