Se dispuso el mendigo a tocar las viejas
cuerdas de su violín, que sonaban a pan
recién hecho, sonrisas de niños, miradas
curiosas y un viejo sentado al sol.
La mejor ocasión de cortejo vio el palomo
y tras la paloma se fue.
En el paso lento de aquella mañana vino tu
recuerdo a pintarse de luz y se fue alejando
muy despacito como la melodía de aquel
viejo violín.
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