jueves, 5 de marzo de 2015

QUE MUERA, ENTONCES.


A otras han embellecido
tus palabras, pues, como 
dagas envenenadas yacen
clavadas en mi.

Hoy corre de dolor
la sangre que un día
corrió de pasión.

Las venas de calles
de tu mano recorridas
varices enquistadas
vueltas son.

Dame, pues, un dulce
antídoto que disuelva
los coágulos formados
en mi corazón.

O matame ahora en este
preciso instante.

No mas soles lujuriosos
pretenciosos, caprichosos.

No mas girasoles crédulos
de la luz mañanera que muere
tras la noche en brazos de la luna.

Deja, pues, que muera, entonces!

Que agonizar es indigno
después de haber amado
con tanta viveza y pasión
cada silencio dejado al
buen recaudo de la ilusión.



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